Escribo para nadie, o al menos eso dice mi ficción particular.
Siempre me gustó la imagen de la botella al mar, una niña descalza, las olas yendo a morir a sus pies, escribiendo una carta al amigo que nunca la encontrará, cerrando la botella y arrojándola con todas sus fuerzas en dirección del sol.
Un mensaje a nadie, o a todos. Tal vez a los elegidos (¿éramos los elegidos del sol?), o a quienes se detienen a sentir la dirección del viento. Quién sabe, apenas a los que tengan la mala/buena suerte de cruzarse con este murmullo en sus caminos.
Mentira, por supuesto.
Escribo con una esperanza, hora es de admitirlo. La pregunta es, ¿esperanza de qué?
No lo sé. No vendrá.