Tantos años, meses, horas, y otras unidades de tiempo inventadas por los hombres. Tanto tiempo, tanto que se sedimentó y enterró las cosas de que solía hablar en esta esquina mal amueblada.
Pero pasó que vi un ovefauno. Y bueno, sabido es que los ovefaunos a pesar de tener un pisar leve pueden llegar a tener efectos francamente telúricos con su caminar.
Y se quebró la costra de tiempo. Y bajo el tiempo había manos ciegas, y palabras brillando como escarabajos, y sonidos nuncasiempre escuchados. Había sangre, cicatrices a medio cerrabrir y vuelos rasantes de golondrinas. Había dolor también, no tan distinto al que se negó a caer frente a la guadaña de Cronos.
En fin, me perdonarán lo pandórico, pero al final lo que más había era amor.