• de otros lados
    martes, 12 de septiembre de 2006
    de pajaritos y agujeros al centro del pecho
    La maldita primavera es un lugar común a estas alturas.

    Que no se me malentienda; tengo el mismo aprecio que cualquier hij@ de vecin@ al sol, a los arbolitos florecidos como de algodón de dulce y a las tardes en las que una se puede tirar en un pasto universitario cualquiera, ojalá lo más lejos posible de una sala de clases.

    (Y las golondrinas, claro. No hay que olvidarse de las golondrinas)

    Eppure... no deja de ser un poco irritante. No la primavera en sí, claro, sino sus, hm, "accesorios", o en realidad los accesorios de la vida propia que ni juntan ni pegan con la primavera.

    Por ejemplo, que para ser medianamente feliz uno tiene que andar escapando de las salas y de las profesorcillas infantilizadoras que te hacen comentarios lastimosamente sarcásticos, y que no pueden entender cualquier tipo de "compromiso con la formación" que no implique ir a su clase.

    Eso, en lo inmediato.

    Pero no explica mucho, tampoco.

    Tal vez tiene que ver con que hay más luz: días más largos y menos nubes.

    Cuando hay más luz, la mugre se hace más visible. Id est, duele más. Cansa más. Enoja más.

    Y para aligerar el corazón un poco, no queda sino nadar a contracorriente. Lo cual en realidad no es la vía, la vía es más bien salirse del río (o sea, irse a la montaña y confiar en el Tao, o similares)

    ¿Qué hacer?
     
    dijo Tuilinn a las 15:47 | link |


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