La cosa es re simple en verdad.
La maldita primavera, el cuerpo en luna nueva, los libros que no podré llevarme a casa; el cansancio, el demasiado calor para mi chaqueta, el más-que-seguro rojo flameante en Psicodiagnóstico (que al fin y al cabo me importa un cuesco, aunque alegue). Los fantasmas de rigor, los deberes autoimpuestos, y Amapola, además.
Sumar y contemplar el resultado.
Creo que voy a ir a comprar puchos.